sábado, 9 de mayo de 2015

Primer Salmón donado a Las Mestas del Narcea para reproductor




Ayer nuestro amigo y presidente del club Asturiano Las Mestas del Narcea nos enviaba este comunicado a socios, no socios y simpatizantes:

Buenas tardes, ya es definitivo. Tenemos la resolución que nos permite tener la cuba en el río por si algún pescador quiere ceder un salmón para la repoblación. Aparte de los cotos que habíamos cedido previamente, se nos ha dado permiso para este fin de semana y el próximo . Sabemos que es muy complicado pedir esto a nadie, pero estaremos a vuestra disposición y esperamos poder llevar los primeros salmones para este proyecto. Hemos preparado una cuba mayor para el transporte y estaremos a vuestra disposición en este teléfono. En el caso de que alguien quiera cederlo, sólo tiene que mantenerlo en la sacadera lo más tranquilo posible y nos desplazaríamos a buscarlo. Es una operación muy difícil y esperemos que todo salga bien.
Si os informo de que estos salmones, aunque no se maten, cuentan para el cupo personal, de ahí que la cesión sea un gran esfuerzo para el pescador, y nadie se tiene que ver obligado a hacerlo, tiene que ser una decisión de cada uno, sin importar que sea socio de Las Mestas ni que esté en su directiva. Cada uno es muy libre de hacer lo que legalmente pueda. Os recuerdo que hasta ahora era imposible ya que no teníamos permiso. Espero daros buenas noticias y mandaros alguna foto de los primeros ejemplares. Por otro lado el lunes haremos una suelta de truchas de año y medio en el Aranguín y en el Nonaya para la que estáis invitados.
Un saludo y gracias por vuestra colaboración, os agradeceríamos también, la difusión de este mensaje entre vuestros conocidos para poder llegar a la mayor cantidad de pescadores.
Un abrazo.

Bueno pues la petición no se ha hecho de rogar y hoy el pescador Javier Martínez Martínez, ha donado una preciosa captura de Salmón.
Gracias Javier el río te lo agradecerá.


El salmón vuelve a casa



Irma Cuesta
  • Solo uno de cada mil logra retornar a su río y hacen falta paciencia y empeño para pescarlo. "Cuando siento que ha picado, tiemblo" | Hay algo divino en este pez. Los que han vivido el río desde niños cuentan la liturgia de su captura
  • Irma Cuesta | Santander
Desde la ventana de la casa en la que nació, Kiko el de la Pina otea el pozo del puente romano. No habrá más de cien metros desde la puerta hasta ese recodo del Sella al que su padre y sus siete hermanos mayores ya iban a «agarrar» salmones cuando él aún no había aprendido a andar. No recuerda la primera vez que lo sacaron de la cama antes de amanecer, le pusieron una caña en las manos y lo acercaron al pozo en busca de su primer pez. Es incapaz de encontrar una fecha porque tiene la impresión de haber empezado a pescar a los diez minutos de nacer. Hace ya más de seis décadas que este asturiano, operario de serrería, transportista y barrendero, según han ido cuadrando las cosas, espera paciente la llegada de la primavera para apostarse en la orilla de ese mismo río. Según dice, nada es comparable con la emoción de pescar un salmón. «Cuando siento que ha picado, tiemblo. No importa que sea el primero o el tercero. Ni siquiera si es el ‘campanu’, porque en el momento en que lo agarras no lo sabes. Solo importa haberlo conseguido».
5.500
Asturias
El bilbaíno Jorge Moreno «agarró» el ‘campanu’ en aguas del Sella. Borja Martínez y José Manuel Mori, propietarios de los restaurantes ‘El campanu’ de Oviedo pagaron
3.000
Cantabria:A orillas del Pas 3,1 kilos pesó el ‘campanu’ cántabro que arrebató del río Manuel Moya. El restaurante El Marqués de Puente Viesgo se lo quedó por
Galicia:Enrique Castro, de Pontevedra se hizo con el primero en el río Eo. Ganó en peso a los otros. No hay subasta
Hace solo dos años, la caña de Kiko –en realidad se llama Federico de la Vega– sacó del Sella el primer salmón de la temporada en el Principado; ese que en todas las comunidades del Cantábrico llaman ‘campanu’ recordando un tiempo en que las campanas de las iglesias repicaban anunciando la conquista. Sus amigos cuentan que el suyo fue uno de los ‘campanos’ «más guapos» de la ribera: una hembra de 8 kilos y 850 gramos y 90 centímetros. Fueron necesarias 48 apuestas hasta que se remató la puja y Federico se marchó a casa con 6.700 euros en el bolsillo –que le vinieron de perlas– y henchido de orgullo. Ahora es él quien lleva a sus hijos al mismo recodo del río, les pone la caña en la mano y les enseña a esperar. Escuchándolos, uno no puede evitar pensar que la familia De la Vega es un calco de la protagonista de ‘El río de la vida’: en su casa, tampoco ha habido nunca una separación clara entre religión y pesca.
Los De la Vega muestran con orgullo la titularidad de su coto, uno de los 1.971 que este año se han sorteado en Asturias, frente a los 726 de Cantabria y los 23 gallegos –en Navarra no hay, la pesca es libre–. Conseguir uno de ellos forma parte de una especie de liturgia que comienza con el aficionado apuntándose en una lista a cambio de un número que guardará como un tesoro a la espera del sorteo. Cuando llega el día, alguien sacará un número ofreciendo a quien lo tenga la posibilidad de elegir el primero para luego ir repartiendo el resto por riguroso orden. Es un momento importante porque, entre una larga lista de nombres bonitos –‘Las lágrimas’, ‘El matadero’, ‘El polvorín’...–, hay pozos fáciles y difíciles, de aguas transparentes o bravas, y de eso puede depender la temporada.

La picada
Elías, guarda e hijo de guarda en el cántabro río Pas, atesora otra de esas licencias. Aunque tenía 12 años cuando sacó del agua su primer salmón, para entonces ya era un ganchero. «Cuando llegaban de Madrid o de Bilbao con ganas de pescar salmones, se estilaba que un chaval ribereño fuera con ellos, les acercara hasta el lugar en donde debían lanzar la caña, les preparara los cebos e, incluso, les enseñara a tirar si no tenían ni idea. Nos llamaban gancheros porque antes se usaba un gancho para sacar el animal del agua cuando ya estaba en la orilla». También él cree que ninguna otra pesca puede compararse a la del salmón. «Nada iguala a la picada a cebo natural. Lo notas, sientes la tensión en la caña y tienes que decidir si tiras. Normalmente son veinte minutos de lucha desde que lo trabas hasta que lo sacas». Elías ha acompañado en sus días de pesca a Emilio Botín y su esposa, Paloma O’Shea; al torero Paco Camino; a Francisco Álvarez Cascos, y a los padres y tíos de Gonzalo Piñeiro, exalcalde de Santander y actual senador por el Partido Popular, un santanderino que comenzó a soñar con salmones cuando tenía 14 años. «Nada como pescar con mosca, como la emoción de ver cómo sube el pez del fondo a la superficie para cogerla. Esa imagen, lo que se siente en ese instante, y la lucha del hombre y el pez hasta sacar el ejemplar del pozo, son indescriptibles». Cuando habla, no disimula ni la emoción ni el orgullo de haber nacido en una tierra privilegiada para los miembros de esta suerte de club de adoradores del pez plateado. «Piense que no hay lugar más al sur de este planeta en donde se puede pescar salmones».
Cuando quien fue alcalde de Santander durante doce años estrenó su primera caña, hacía tiempo que ya andaba por ahí Nicanor Fuentes, ‘el Chulo’. Él cree que, por muchas pasiones que siga levantando la pesca, antes era mucho más fácil aficionarse. «Yo empecé con 15 años y tengo 72. En mi época, los chavales pasábamos la mayor parte del tiempo que teníamos libre en el río. Pescar era nuestro juego y, como había mucha, era fácil cogerle el gustillo en seguida».
Pescadores, guardas o científicos empeñados en preservar la especie hablan del salmón con veneración. Ángel Serdio, biólogo de la Consejería de Ganadería, Pesca y Desarrollo Rural del Gobierno de Cantabria cree que hay dos razones fundamentales que explican tanta admiración. La primera, que el salmón es un bioindicador. «Es un pez íntimamente ligado a la imagen idílica que tenemos de un río. En el momento en que se empieza a deteriorar, es el primero en marchar. Y, al contrario, cuando están, son como un semáforo verde que indica que las cosas se están haciendo bien». La segunda es que es una especie que convive con los habitantes del Cantábrico desde el paleolítico. «La prueba está en que ha sido una parte importante de nuestra dieta desde hace treinta mil años».

Esa sería la explicación sociocientífica, pero hay más. Hay mucho de admiración por un animal cargado de valores ancestrales: los salmones no solo hacen un viaje increíble para volver a desovar y morir en el río en el que nacieron como buena parte de los humanos, también está esa obstinación digna de dioses con la que, contra viento y marea, remontan el río.
Quienes saben de esto cuentan que solo uno de cada mil consigue volver a casa sano y salvo, y que hay algo fascinante en ese viaje sembrado de aventura. Todos los otoños, los esguines plateados comienzan su descenso al mar luchando contra un número de obstáculos inimaginable: presas, falta de agua, depredadores, pesca... Quienes llegan a agua salada ponen rumbo a los caladeros de las zonas subárticas del Atlántico Norte para crecer. Hacerse adultos les puede llevar uno, dos o hasta tres años, un tiempo en el que el objetivo es procurarse reservas para la vuelta, y eso solo puede interpretarse como una metáfora en un territorio durante años sembrado de indianos. Luego llega el momento de emprender un viaje de regreso para el que hace falta tanta valentía como empeño. Cuentan que buena parte de ese trayecto lo hacen a ras de agua mirando el cielo. Según parece, llevan siglos guiándose por las estrellas.